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Ahí |
Al haber realizado la reserva del rafting nocturno lo ponía bien claro en el mail: 20:45 en la oficina del centro. Ahí estábamos a la hora acordada y en el lugar acordado, pero nadie se disgnó a aparecer. Se han olvidado de nosotras, pensamos. Teníamos el número de teléfono, llamamos y el supuesto guía suelta "ah, el rafting era a las ocho, ya ha acabado, pero ahora vamos a por vosotras". WTF? Ni siquiera sé qué parte de la frase es más WTF: que nos dijeran mal la hora al reservar o que fueran a venir así improvisadamente a recogernos. Para nosotras mejor, pensamos, nos hacía ilusión el rafting.
Llegaron los dos "guías" (a partir de ahora entre comillas, ya veréis por qué) en una furgoneta blanca y como si nada nos recogieron. Alucinamos un poco bastante con el panorama pero subimos a la furgo, aunque no entendíamos por qué íbamos en furgoneta si el rafting era en la parte del río Moldava que pasa por la ciudad. Serán dos minutos de trayecto. Mal. Muy mal pensado. Empezaron a conducir monte arriba riéndose con nuestras caras de WTF. Cabe mencionar que no se veía un carajo fuera y que te llevasen cuesta arriba era inquietante teniendo en cuenta que todo lo subido habría que bajarlo después. Bajarlo en raft. Con corriente. De noche.
Nos tranquilizamos al ver que uno de los "guías" simplemente cogía el material en una cabaña en el monte y conducíamos de nuevo hacia el pueblo. Pero pecamos de inocentes, estábamos fuera del horario normal del rafting y a los pseudoguías esos no se les ocurrió otra cosa que echar el raft al agua cual saco de patatas, decirnos que dejáramos nuestras pertenencias en un bidón, hacer que nos sentáramos en la barca y mandarnos río abajo mientras gritaban "si veis corriente, ¡siempre por la izquierda!".
Si al menos hubiésemos tenido luz estaríamos así. Pero no, ni eso había. |
El cuadro era bonito: era de noche, ninguna tenía la más remota idea de cómo controlar aquello, no sabíamos cómo de fuertes eran las corrientes, tampoco si había piedras (aunque las hubiera tampoco es que pudiésemos verlas, pero bueno), ni siquiera hasta dónde teníamos que remar para que nos recogiesen. O sea, que perfectamente podíamos ir río abajo más allá del pueblo y acabar en un bosque de la Bohemia profunda. Que no cunda el pánico, dijimos. Qué mentira más cochina acabo de decir. El pánico cundió, pero bien cundido además.
Nos organizamos para remar a base de gritos y gestos. No exagero cuando digo que tardamos cinco minutos para empezar a avanzar dignamente, así os podéis hacer a la idea de nuestra increíble destreza remera. Tras haber remado sido arrastradas por la corriente unos metros empezamos a notar que se acerca el primer rápido. Digo notar porque ya sabéis que ver, lo que es ver, el morro del barco y poco más. Desesperadamente remamos hacia la izquierda del río tal y como el eficiente guía nos había indicado para darnos cuenta de que los supuestos rápidos son rampas preparadas para el paso de rafts.
Entonces la corriente dejó de ser problema, pero nuevos enemigos aparecieron: las piedras y los borrachos. Así es, había que dirigir bien el barco para entrar en la rampa para no destrozar el raft pasando por encima de todas las piedras, y por si fuera poco, había borrachos ambulantes que nos invadían la barca cuando paramos para explorar el terreno.
Tiene que estar chulo practicar rafting de noche, lo que me parece increíble es que os echaran al agua sin guía, aunque por el precio 11€ tampoco se puede pedir mucho claro.
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